sábado, 13 de abril de 2019

Acuérdate


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Acuérdate de lo que te escribí en aquellas servilletas cuando pensaba en ti como ahora te pienso. No sé qué decirte, pero entiéndelo. Ahora camino por las estrechas calles que me sirven de fondo, aunque empequeñecido por la majestuosidad de las edificaciones republicanas. Sigo sin rumbo alguno; yo no sé caminar sino hacia ti, por el camino suave de tu mirada. Antes con solo taparme los ojos podía estar mucho más cerca de ti sin tener que caminar. Pero ahora es diferente, la soledad es y siempre ha sido la experiencia inevitable desde que te fuiste. 

¿Pero, sabes? Lo mejor del olvido es el recuerdo.

©Guillermo A. Castillo.

viernes, 5 de abril de 2019

La conciencia

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Esta mañana los ojos de Julio Roberto escanean el entorno moviendo cada ojo por separado del otro, mira hacia arriba y hacia abajo, hacia adelante y hacia atrás simultáneamente. Algo busca, pero solo cuando localice lo que necesita focalizará ambos ojos sobre el objeto de su atención.

Julio Roberto aprieta el tubo de crema, y esta, cae sobre su cepillo dental que sostiene como si se tratara de una cuchara. Terminado el cepillado, une las palmas de sus manos y humecta su rostro. El jabón líquido entra en las torretas cónicas y se desliza por todos los ángulos hasta que la irritación le obliga a lanzar una blasfemia. En su desazón coloca la cabeza bajo el chorro, buscando que con la espuma, el ardor se diluya en el agua fría.

Reitera el procedimiento cada mañana desde que, en un ataque de furia, mató a su hermano gemelo. El sentimiento de culpa y su sentido de pulcritud le obligan a causarse daño de forma habitual, una labor más como si se tratara de tomarse un café cerrero o cortarse cada dos días la incipiente barba o las uñas. En todo caso su diario dice que el lunes se arrancó una uña del pie haciendo palanca con una lima metálica. El martes se cortó una mejilla al afeitarse. El miércoles se puso unos zapatos más pequeños al revés y caminó hasta que se le ampollaron sus pulgares. El jueves arrojó un manojo de tachuelas entre los tendidos de su cama y se durmió pensando en su hermano. El viernes hirvió agua, le agregó sulfato de magnesio y tras vaciarla en un platón, metió la mano para simular después una quemadura de segundo grado. El sábado dio una patada a la pared con el dedo sin uña y vio una constelación de estrellas. El domingo, descansó.©Guillermo A. Castillo.

Mientras tanto...

miércoles, 27 de marzo de 2019

Uno de mi calle me ha dicho (III)



 


Las veintiocho historias contenidas en el libro, acontecen en un lugar común y cada personaje registra su historia como buenamente puede; luego la encubre, con la confianza de que, con el paso del tiempo, la descubra alguien que sea capaz de entender que fue cierta. Es lo James Joyce llamaba la «pesadilla» de la historia.


Estrategia de lectura:

Eres libre de empezar a leer este libro por donde quieras y en el momento en que desees hacerlo.

Tu pedido a nivel nacional a:

guillermoacastillo@gmail.com

sábado, 23 de marzo de 2019

La desconocida

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Habrá quien piense que es una exageración, pero allá cada quien con su cada cual. Lo cierto es que desde hace mucho tiempo circula por estas calles una imagen que muchos tenemos grabada. Es un rostro que afirmamos haber visto en algún lugar, así no recordemos ni dónde ni cuándo lo vimos. Poco o nada sabemos de ella, solo que la encontraron una tarde ahogada a orillas del Sena. Nadie sabe sobre su vida porque ni a la señora Historia se le ha llegado a escapar la más mínima información sobre la mujer. Lo que sí le puedo asegurar, es que a ella, como a la Gioconda, lo único que le quedó grabada es esa sonrisa seductora que nos hace fabular a todos por igual.

¿Pero por qué tanta paz en el rostro de una ahogada?

Verá, cuando llevaron a aquella fluvial Mona Lisa a la morgue, justo detrás de Notre Dame, un sitio sepulcral y oscuro donde apenas arden unas linternas y se mueven las más siniestras sombras sobre los cuerpos allí alineados durante el día, la gente quedó asombrada por su belleza, al punto que el médico forense mandó a llamar a un moldeador para que inmortalizara su rostro. Por eso la gente suele fantasear sobre el pasado de la ahogada que sonríe de manera engañadora como si supiese por qué lo hace. Yo también me río.©Guillermo A. Castillo.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Si el amor deja

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El amor se encontraba caminando por una calle. Le movían los corazones tatuados que se adueñan de los recios brazos de los marineros. Era un amor de donde viene el viento, con labios carnosos y alma de nitro. Demarcado con el deseo, por un lado, y por otro, la pretensión de ser único aunque la gente no lo vea. También se encuentra el amor en la palabrería de los pescadores cuando bogan hacia la mar. Simón, que a su edad, no le había hecho ninguna lisonja al amor, por insondable y misterioso, se devanaba el ánimo y los sesos por iniciarlo con una de esas mozas que, en aquel puerto, vienen y van buscándole la sal a la vida. Y un buen día, el azar del destino le llevó al lado de aquella morena que se contoneaba. Fue entonces cuando de la palabrería circundante se escuchó: «Todas las tragedias concluyen en una muerte; todas las comedias terminan en un matrimonio».©Guillermo A. Castillo.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Uno de mi calle me ha dicho (en clave II)



Libro que contiene veintiocho historias cortas, cuyos personajes aman, así les cueste, así les duela porque los pueden dejar vacíos. Ellos buscarán la felicidad sin saber dónde, pero sabiendo que tienen un motivo.

Estrategia de lectura:

Disfruta leyéndolo porque lo que importa es su esencia, no sus coordenadas.

Haz tu pedido a nivel nacional a:

guillermoacastillo@gmail.com

domingo, 10 de marzo de 2019

Uno de mi calle me ha dicho (en clave I)




Es un libro de cuentos cortos o de veintiocho historias, cuyos personajes a lo largo de ciento noventa páginas, que alentados por el abatir de sus infortunios demuestran su ánimo, y que sin más diferencia que su carácter, son iguales a todos los seres humanos, así los engañe su propio juicio.


Estrategia de lectura:



¡Solo te queda disfrutar del libro leyéndolo!

sábado, 2 de marzo de 2019

Acción provocada



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De todas las mujeres prefiero las de cierta experiencia, no las experimentadas. Por eso me fijé en Flor Marina, no solo por su belleza, también por su inteligencia y por su madurez.

Fue su inteligencia, derivaba de la razón, la que me cautivó. En cierto modo, su inteligencia, sin quererlo, es la que opaca a todas las demás.

Flor Marina andaba entre cuarenta y tantos, aunque con facilidad se puede confundir con una de treinta si pasas por su lado en un lugar cualquiera de esta ciudad.

Ella luce siempre radiante, dispuesta a una sonrisa para suavizar tus duras facciones bajo el ardiente sol de una tarde de verano.

Cuando la saludo, siempre me contesta, y yo, me le aproximo con el pretexto de hablar sobre su moto eléctrica, pero Flor Marina se sabe sonrosar porque de motos solo sabe cómo conducirlas. Y yo aprovecho para preguntarle cuando me enseña.

Flor Marina me explica que es como montar en bicicleta, que lo esencial es mantener el equilibrio y frenar justo en el momento oportuno. Pero le advierto que para un desenfrenado como yo, no hay freno que sirva.

Reímos. Ella lo hizo con una intención que interpreté diferente a lo que su vivacidad le permitía. De todos modos, ella sabe que me gusta, y yo sé, que no le soy indiferente.

Flor Marina forma parte de mi vida cada vez que pasa por mi calle. Justo es el momento que me dispensa para distinguirla con un piropo, como razonable es para ella decirle a mi esposa que me estoy pasando de coqueto.©Guillermo A. Castillo.

jueves, 28 de febrero de 2019

Mario Mendoza (Entrevista)





(Bogotá, 1964) Se licenció en Letras en Bogotá y se graduó en Literatura hispanoamericana en la Fundación José Ortega y Gasset Toledo. Es autor de 17 novelas y ensayos entre las que se destacan Satanás (Seix Barral, 2002), galardonada con el Premio Biblioteca Breve; La travesía del vidente, Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de Cultura Turismo de Bogotá en 1995; Diario del fin del mundo (2018); El libro de las revelaciones y La importancia de morir a tiempo. Acaba de terminar la saga juvenil El mensajero de Agartha, que incluye otros diez títulos. Es colaborador habitual de diversos diarios y revistas.

sábado, 23 de febrero de 2019

Conspiradores




Las viejas costumbres son muy difíciles de cambiar, dice el de rostro abotagado y lustroso de sudor que deja escapar un ruidoso bostezo. En donde nos educaron a usted y a mí, se forjó la cultura del país. Es cierto, apuntó el otro, es por es0 que el rey nos hace sentir como los más insignificantes seres del reino, concluyó mientras le lustra las botas.©Guillermo A. Castillo.

Clasificados





viernes, 15 de febrero de 2019

Uno de mi calle me ha dicho, 2a edición


Ante el clamor de mi gran público: amigos, colegas, familiares y vecinos de hacerles llegar personalmente mi libro Uno de mi calle me ha dicho, tomamos la decisión de hacer una segunda edición. 

Por lo anterior, hoy les adelanto la caratula del que próximamente irá a todas las manos interesadas, gracias a la acogida que me ha dado el poeta Hernán Vargascarreño de Ediciones Exilio en Bogotá.

A todos ellos, muchas gracias por las expectativas e impresiones manifestadas.

Un deseo


El duelo


Sabuesos


viernes, 8 de febrero de 2019

Biografía imaginada

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El gimnosofista Harleyb, durante una noche de insomnio, y no teniendo qué hacer, imaginó la vida de un personaje al que llamó Williamson por su vida dedicada al estudio de la genealogía vikinga. Escribió acerca de su nacimiento en Borlänge, su infancia y adolescencia en el condado de Dalecarlia, en la Suecia central. Escribió sobre su fracaso escolar motivado por el ansia precoz de estar junto a su novia todo el tiempo, de su trabajo sin paga alguna en oficios varios. Con lujo de detalles mecanografió esa larga noche. No omitió su segunda “pelea” callejera al salir del colegio, pelea que Williamson nunca olvidaría gracias a que nunca supo por qué su compañero, sin más ni más, lo instó hacerlo y él tan solo se quedó paralizado por el miedo causado por los dos primeros puñetazos que recibió. Describió su nuevo puesto como botones en un motel en las afueras del área urbana; y sobre su enlace con una de las más solicitadas hijas del administrador del hotel de alegres luces rojas, que le proporcionó un desahogo económico gracias al cual pudo hacer realidad su sueño infantil de viajar desde allí hasta donde pocos se aventuran: al desierto sahariano, la derretida antártica, la selva amazónica, los legendarios desiertos en las antípodas y las alta cumbre de Nepal. En el Techo del mundo, encontró una muerte gloriosa al despeñarse cientos de metros en un intento de ayudar a un alpinista con quien se hundió entre los sonidos del silencio y la enceguecedora luz de una verdad que allí nunca estuvo como le aseguraron en muchas agencias de viajes. Fue encontrado por uno de los sherpas de las montañas nepalesas, quien lo inhumó en el cementerio de su aldea y puso una fría lápida que decía: “Aquí yace el hombre que nunca lo paralizó el miedo”.
El gimnosofista escribió su “Vida del errante Williamson” en aquella única noche y la publicó en las redes sociales que apenas conocía. El escribano cobró cierto éxito de la crítica especializada y, por supuesto, en ventas. Tiempo después, durante otra de sus noches de insomnio, recibió una visita sorprendente: un desconocido que dijo llamarse Williamson, que al verlo se paralizó al encontrarlo a esa hora en su villa, y le preguntó acerca de las fuentes de su libro. Harleyb solo atinó a responderle que todo el texto era fruto de su imaginación nocturna y que siendo él su personaje, no le debía nada. El visitante respondió que todo el compendio era su biografía exacta y que en aquel momento se encontraba inmerso en la preparación de una expedición a la Hindú Kush-Himalaya (HKH). Que estando en los preparativos había leído el libro de un gimnosofista único de su clase y que se encontraba turbado. Esa fue la única vez que se vieron los dos hombres porque el escalador falleció en aquella montaña intentando ayudar a un gimnosofista que había fracasado en su intento de ser un auténtico escalador.
Harleyb sigue padeciendo insomnio y sigue creando semblanzas imaginarias pero ya no las escribe, me contrató a mí como su escribiente en ciernes.©Guillermo A. Castillo

viernes, 1 de febrero de 2019

HAYKUS bajo el bonsai



Tirita el calor,
el viento solo sopla
sueltas cenizas.



Vuelan palomas,
atronador silencio,
hojas en blanco.



Apasionada
dijo: te amaré siempre;
duele el olvido.



Sobre su pecho
llegan vicisitudes,
la sueño menos.

早く

Sus manos la atraen,
repique del temporal
sobre su cuerpo.


©Guillermo A. Castillo

viernes, 25 de enero de 2019

Quien se mueve, se estrella



Lo que mató a Miguel entró muy campante por el patio de su casa. Fue un solo proyectil que alcanzó su garganta y acabó con su vida llena de presagios. Ese día, se quedó mirando desde su casa aquellas edificaciones que se elevan allá, sobre la Loma de la Cruz. En especial miró con detenimiento aquella de cuatro pisos que siempre cuestionó por tratarse de un terreno inestable, y como si fuera poco, llegó a decir que desde allí vendría la causa de su muerte, según él, era cuestión de ilaciones, cosa que en esos días me parecía trivial.

Él era un hombre valiente, curtido en las adversidades, pero era también hombre vencido. Pero ese día, todo parecía haber cambiado para él. Quiero decir que Miguel esa mañana se levantó temprano, y después de bañarse, se dejó los pantalones a medio abotonar y con la toalla sobre sus hombros, salió al corredor y se quedó allí en silencio peinando su lacia cabellera. Después lo escuché silbando. En eso estaba cuando sonó una detonación. Fue cuando se quedó mirando hacia el cerro, mientras atornillaba la toalla sostenida por su nuca. Durante unos segundos no se oyó el más mínimo ruido. El tiempo pasó despacio como queriendo asegurarse de que estaba muerto. Desde mi pieza, comencé a impacientarme. Asomé la cabeza por la ventana: mi curiosidad había vencido al temor: era un proyectil que desde la casa de cuatro pisos entró silbando. Eso que el informe policial llamó «objeto contundente», fue una piedra que lo impactó en su afilada nuez de Adán y que cayó a su lado partida en dos.
©Guillermo A. Castillo

viernes, 18 de enero de 2019

El susurro del viento

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Estaba dormido. Me despertó un sonido producido por las invisibles manos del viento al empujar un vidrio suelto de mi ventana. Es inexplicable, para mis sentidos es un sonido acariciador que produce el viento en un intento por hacer a un lado la espesa cortina de aquella metálica abertura, pero, en su prudencia, no entrará si la ventana sigue ajustada. Me acomodo, no haré nada por evitarlo, ni cuando un día tenga que direccionar mis velas en pos de un supuesto destino. Ese sonido, es una armonía que llena todos mis sentidos. Solo escucho. Si hay un fenómeno de la naturaleza que cambia mi ánimo, ese prodigio es el viento. Es difícil para mí explicar por qué, pero al igual que el sol aviva el espíritu y la lluvia lo ensombrece, el viento me hace más liviano de espíritu. O será porque hay algo de nostalgia en el sonido del cristal suelto.

En esta asoleada tarde del sábado, estando a solas, lo único que quiero escuchar, es el vibrar sonoro del cristal desprendido. Entonces es cuando vienen a mí las palabras de Jim Morrinson: La soledad es escuchar al viento y no poder contarlo a nadie. Y en este afán de dejar el registro de lo que ahora me conmueve, es preciso agregar lo que alguien más dijo: Escribir es hablar de un viento del que no recordamos su sonido.

El sonido producido por el viento y el cristal, son un solo susurro reconfortante en mis oídos. Ojalá cada quien tuviera ruidos predilectos que escuchar: ondas sonoras que lo hagan vibrar de energía y de vida, o sentirse tranquilo y sosegado, como yo, en esta tarde soleada de enero.

Si la brisa matinal tiene secretos que contarte, no vuelvas a dormir. Pero si es la brisa suave de una tarde, guarda quietud y sabrás que toda respuesta que buscas las tiene el viento. La mía, llegó iniciada por el replicar de un vidrio suelto de mi ventana.
©Guillermo A. Castillo

viernes, 11 de enero de 2019

La famosa pulcritud



—¡Hermanos, —prorrumpió, el padre Orestes—, el profeta Isaías nos habla de que por el “Camino de la Santidad, el inmundo no pasará”…

—¡Nada como estar limpio para evitar ser motivo de ofensa! —Le comentó en voz baja una mujer a otra que permanecía a su lado.

En esa prueba sólida de fe estaba recapacitando Anselmo, cuando advirtió que las hermanas Domínguez estaban codeándose entre murmuraciones y risitas.

—Toda vasija de barro dentro de la cual cayere algo será inmunda, así como todo lo que estuviere en ella… —Agregó el sacerdote desde altar del sahumerio.

Cuando Anselmo quiso llamar la atención de las mujeres; se quedó de una sola pieza al ver, que a una de las señoritas Domínguez, le crepitaban las liendres y los piojos dando la impresión de que jugaban a las escondidas entre los encajes y pliegues de su largo vestido oscuro.

©Guillermo A. Castillo

Historia



Hoy es un día común y corriente, nada importante reportan. Solo escribo que cuando teníamos deseos de encontrarnos nuestros besos eran una forma de diálogo, aunque no encontrábamos las razones de tu olor y el mío, cuando las moscas con obscenidad sobrevolaban nuestro lecho. Después nos refugiábamos en aquel viejo bar y con alguna que otra balada nos identifiquemos por nuestras formas de ser.

…vas acordarte de mí, de mis dudas, de mis bromas, de mi manera de ser…

Quiero encontrarte ahora, cuando la tarde se apague y se encienda la noche. Así tengas que despedirte con un beso con la condición de que me duré hasta tu regreso. ¡Oh, sí! recuerdo que no habías dado el primer paso cuando te regresabas para colgarte de mis hombros y preguntarme:

—You are happy?

Y yo, mirándote a los ojos te respondía diciéndote que era difícil serlo, pero que aprendía a tu lado.

(Aprendí que el más difícil no es el primer beso sino el último)

©Guillermo A. Castillo.

domingo, 6 de enero de 2019

Reseña

     



   Debo confesar que compré el "Libro del tedio" de José Ardila con el propósito de conocer principalmente la calidad de su diseño y de su diagramación. Mi interés en estos y otros aspectos relacionados con la edición de un libro, tiene su explicación en mi interés por saber más de libros, ahora que busco la posibilidad de editar mi primer libro de cuentos.
     Pero no todo podía quedarme con el simple hecho de formarme una opinión del libro objeto, como lector y como escritor (palabra que cuando la escucho me deja perplejo), tenía que ejercer no solo el derecho a hojearlo en cualquier sitio donde me encontrara, a decir de Pennac, sino adentrarme en las historias narradas y en la cotidianidad de los personajes de los cuentos contenidos en el libro del escritor antioqueño, cuya pinta descuidada, de por sí podría hacer quedar mal a sus Josés y a sus Anas, según la foto que acompaña una entrevista suya concedida a un diario de esa región colombiana.  
     Del título la palabra tedio es ambigua, porque al empezar a leer, tiene uno la impresión que todos esos personajes arrastran una vida tediosa como si estuvieran siempre sentados y abatidos por insospechadas circunstancias en una sala de espera todo el tiempo. Sin embargo, en ese bestiario de aburrimiento, como está catalogado el libro de Arcila, cada personaje tiene sus rasgos propios, sus asuntos por resolver, así se encuentren en situaciones apremiantes, donde lo paradójico, y en eso estamos de acuerdo con la crítica especializada, se revierten con la exageración, el sentido del humor provinciano y el sarcasmo que también nos dice algo, tal vez me equivoque, del autor quien afirma ser alguien muy aburrido.
     Si eso es cierto, considero que los cuentos desmienten al autor cuando afirma que él no le pasa nada en la realidad de su mundo. En últimas no hay conversación más tediosa con un libro o con una amante, que no diga ni se queje de nada. Como lector, me fue imposible evitar la conexión entre el tedio y el deseo del caos, porque la vida nos obliga a parirnos a sí mismos una y otra vez.

Editorial: Angosta (2017)páginas: 193
Materia: Literatura colombiana
ISBN: 978-958-56284-5-8
Encuadernación: Rústica



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sábado, 5 de enero de 2019

Gozo del raro privilegio de estar aquí, en esta antología 2019

Revista de minificción Brevilla

       Borrasca

Quería huir, pero estaba atrapada. Quería irme lejos, a regiones donde las hojas tiemblan sobre el marjal de los sueños que lo inundan todo. Esa voz me decía «Por muy lejos que te vayas, nunca conseguirás huir de ti misma». Y era verdad, porque era parte de un juego que tenía de aventurado el enfrentarme al enigma de ser yo misma. Ese misterio, como en el sueño de la mujer del pescador, estaba contenido en un fuego que me rodeaba toda, cuánto estremecimiento comprometido.
Deseada escapar, pero quería estar bajo ese influjo suyo en cada nuevo sueño o, en la continuación del mismo sueño. Abría los ojos y ya estaba pensando en ella. Y así los cerrara, su voz venía tardía y lejana, aunque, sin darme cuenta, siempre estuvo ahí detrás. Todo era inútil. A veces me descubría dibujándola en un papel. Estaba en eso, cuando me dijo por fin «Tómame, y encuentra de una buena vez el sentido de perder el miedo a quien por incongruencia tuya te quiere seducir».
Empecé por el principio, por la primera palabra de mis ocultas sensaciones o por el bosquejo de mis alucinaciones. Era ella la que me soñaba y me tenía entre sus tentáculos.


Muchas gracias Lilian Alphick, gracias Revista Brevilla.



martes, 1 de enero de 2019

Ensayo sobre "La eternidad del instante"


 por Arley Betancourt Martínez

RESUMEN

En este ensayo, el libro “La eternidad del instante” se presentó bajo la consideración de ser la minificción, una propuesta literaria contundente, y como género, el más apropiado en la nueva estética posmoderna, pues las obras literarias dejaron de ser los vastos lienzos de la novelística del siglo XIX, donde se pretendió abarcar toda la realidad humana. Por consiguiente en el libro están presentes las voces de la calle, los ídolos populares, el asombro ante la cotidianidad, la actitud del hombre viejo sentado en el tiempo, los asesinos se contradicen, los hombres deben responder en la eternidad por morirse a pesar de las ordenanzas que lo prohíben. Además, saltan el humor y el asombro elevados a la categoría de protagonistas y fulguran también ciudades y encuentros imposibles. En “La eternidad del instante”, cabe todo el mundo, hasta un grano de arena se contempla como el universo.

PALABRAS CLAVES: microrrelatos, eternidad del instante, ensayo, presentación, edición.

Lo primero que se resalta en “La eternidad del instante” es la economía del lenguaje, donde cada palabra nos impresiona con su fuego sagrado. Cada línea es el surco donde la palabra debe germinar como una buena semilla, donde las palabras ganan en eficacia y en intensidad. A Borges le preguntaron la razón por la cual no escribía novelas, y manifestó que estas obras se escriben sucesivamente y que esas sucesiones se van organizando en la mente del autor y del lector. También argumentó que Rudyard Kipling y Henry James elaboraron cuentos pletóricos de complejidades humanas, como las más sublimes novelas. Asimismo sentenció que el cuento es más antiguo que la novela y hasta sugirió que podría llegar el día en que a un escritor nadie le pregunte por qué no escribe novelas, así como a ningún autor le preguntan en la actualidad por qué no escribe epopeyas.
Aunque para algunos el minicuento es un subgénero narrativo, es innegable su fuerza y suficiencia narrativa, realzadas por la concisión y la intensidad expresiva. Tampoco se puede soslayar que incorpora otras formas literarias como el aforismo, la poesía, el ensayo, la crónica, y hasta otros géneros como el cortometraje y el periodismo. Algunos lo ven como la propuesta literaria más contundente, como el género más apropiado de la nueva estética posmodernista, en una época en la cual las obras literarias ya no pueden ser vistas como los vastos lienzos de las grandes novelas del siglo XIX, con su pretensión de abarcar toda la realidad humana, o como los textos del siglo XX tan presurosos en entregarnos el incesante fluir de la conciencia de los hombres. Sofocados por esas dilatadas totalidades, ahora sólo podemos precisar un relámpago que nos ilumine un instante, en el cual podamos percibir también toda nuestra existencia social y espiritual.
Están en “La eternidad del instante”, la voz de la calle, los ídolos populares, el asombro ante la cotidianidad, con la actitud de un hombre viejo sentado en el tiempo, donde no sólo envejecen las cosas, sino también los hombres, donde han envejecido sus historias pero también sus recuerdos. Hay asesinos que se contradicen, hombres que deben responder en la eternidad porque violaron el decreto municipal que impedía morirse, pues no había cementerio municipal. En una escena del crimen, por ejemplo, un equipo de limpieza intenta borrar una y otra vez las huellas dejadas en el alma del muerto, e inquirir cuál de los tres balazos cortó de un tajo la historia de una ranchera en una cantina.
Pero los verdaderos protagonistas de estas historias son el asombro y la emoción, como esa tarde, nos recuerda el autor, que “temblé como un beso ante el rojo vivo de sus labios.” El asombro implica alejarnos de los caminos trillados de lo evidente, donde la soledad también puede ser un pasatiempo, o el viejo loco que se inventa una historia de que es Armstrong, como el fantasma que quiere huir de la soledad y está intimidado por la presencia ululante de otros fantasmas, donde no sólo se seca el amor, sino también los ríos, donde un departamento se convierte en un océano de arcilla y los ríos secos son carreteras, donde hay un hombre al que resecaron la sed y el calor.
En estas páginas saltan a la realidad malandros con mirada vidriosa, las flores que se estremecen ante el puntual escupitajo. Donde siempre amanece y esa es la única posesión de los pobres. Como nos lo recordó alguien: lo extraordinario no es que deje de salir el sol, sino que salga todos los días. Como decía Marcel Proust: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”.

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