Estaba dormido. Me despertó un
sonido producido por las invisibles manos del viento al empujar un vidrio
suelto de mi ventana. Es inexplicable, para mis sentidos es un sonido acariciador
que produce el viento en un intento por hacer a un lado la espesa cortina de
aquella metálica abertura, pero, en su prudencia, no entrará si la ventana sigue
ajustada. Me acomodo, no haré nada por evitarlo, ni cuando un día tenga que
direccionar mis velas en pos de un supuesto destino. Ese sonido, es una armonía
que llena todos mis sentidos. Solo escucho. Si hay un fenómeno de la naturaleza
que cambia mi ánimo, ese prodigio es el viento. Es difícil para mí explicar por
qué, pero al igual que el sol aviva el espíritu y la lluvia lo ensombrece, el
viento me hace más liviano de espíritu. O será porque hay algo de nostalgia en
el sonido del cristal suelto.
En esta asoleada tarde del
sábado, estando a solas, lo único que quiero escuchar, es el vibrar sonoro del cristal
desprendido. Entonces es cuando vienen a mí las palabras de Jim Morrinson: La
soledad es escuchar al viento y no poder contarlo a nadie. Y en este afán de dejar
el registro de lo que ahora me conmueve, es preciso agregar lo que alguien más dijo:
Escribir es hablar de un viento del que no recordamos su sonido.
El sonido producido por el
viento y el cristal, son un solo susurro reconfortante en mis oídos. Ojalá
cada quien tuviera ruidos predilectos que escuchar: ondas sonoras que lo hagan
vibrar de energía y de vida, o sentirse tranquilo y sosegado, como yo, en esta
tarde soleada de enero.
Si la brisa matinal tiene
secretos que contarte, no vuelvas a dormir. Pero si es la brisa suave de una
tarde, guarda quietud y sabrás que toda respuesta que buscas las tiene el
viento. La mía, llegó iniciada por el replicar de un vidrio suelto de mi
ventana.
©Guillermo A. Castillo
El viento siempre conoce las respuestas, después de todo, se pasa el tiempo escuchándonos...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Y luego suspira entre los árboles.
ResponderBorrarMuchas gracias José por acompañarme en esta nueva senda.
Un abrazo desde la distancia.
Nos hechiza el sonido del viento, entre la scopas de los árboles y en las cortinas, como expone tu protagonista. Contiene el misterio de lo que intuimos sin ver, por lo que la imaginación se pone en marcha. Cuando no hay miedo en esa expectación, es simplemente un sonido que nos regresa a la atávica sinfonía de ia vida. Y nos calma
ResponderBorrarUn abrazo grande desde este lado del mar, amigo
En efecto, todo cuanto dices, es en suma, culpa de nuestros recelosos oídos.
ResponderBorrarGracias por tu impronta dejada en este lugar del ciberespacio.
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