miércoles, 27 de marzo de 2019

Uno de mi calle me ha dicho (III)



 


Las veintiocho historias contenidas en el libro, acontecen en un lugar común y cada personaje registra su historia como buenamente puede; luego la encubre, con la confianza de que, con el paso del tiempo, la descubra alguien que sea capaz de entender que fue cierta. Es lo James Joyce llamaba la «pesadilla» de la historia.


Estrategia de lectura:

Eres libre de empezar a leer este libro por donde quieras y en el momento en que desees hacerlo.

Tu pedido a nivel nacional a:

guillermoacastillo@gmail.com

sábado, 23 de marzo de 2019

La desconocida

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Habrá quien piense que es una exageración, pero allá cada quien con su cada cual. Lo cierto es que desde hace mucho tiempo circula por estas calles una imagen que muchos tenemos grabada. Es un rostro que afirmamos haber visto en algún lugar, así no recordemos ni dónde ni cuándo lo vimos. Poco o nada sabemos de ella, solo que la encontraron una tarde ahogada a orillas del Sena. Nadie sabe sobre su vida porque ni a la señora Historia se le ha llegado a escapar la más mínima información sobre la mujer. Lo que sí le puedo asegurar, es que a ella, como a la Gioconda, lo único que le quedó grabada es esa sonrisa seductora que nos hace fabular a todos por igual.

¿Pero por qué tanta paz en el rostro de una ahogada?

Verá, cuando llevaron a aquella fluvial Mona Lisa a la morgue, justo detrás de Notre Dame, un sitio sepulcral y oscuro donde apenas arden unas linternas y se mueven las más siniestras sombras sobre los cuerpos allí alineados durante el día, la gente quedó asombrada por su belleza, al punto que el médico forense mandó a llamar a un moldeador para que inmortalizara su rostro. Por eso la gente suele fantasear sobre el pasado de la ahogada que sonríe de manera engañadora como si supiese por qué lo hace. Yo también me río.©Guillermo A. Castillo.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Si el amor deja

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El amor se encontraba caminando por una calle. Le movían los corazones tatuados que se adueñan de los recios brazos de los marineros. Era un amor de donde viene el viento, con labios carnosos y alma de nitro. Demarcado con el deseo, por un lado, y por otro, la pretensión de ser único aunque la gente no lo vea. También se encuentra el amor en la palabrería de los pescadores cuando bogan hacia la mar. Simón, que a su edad, no le había hecho ninguna lisonja al amor, por insondable y misterioso, se devanaba el ánimo y los sesos por iniciarlo con una de esas mozas que, en aquel puerto, vienen y van buscándole la sal a la vida. Y un buen día, el azar del destino le llevó al lado de aquella morena que se contoneaba. Fue entonces cuando de la palabrería circundante se escuchó: «Todas las tragedias concluyen en una muerte; todas las comedias terminan en un matrimonio».©Guillermo A. Castillo.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Uno de mi calle me ha dicho (en clave II)



Libro que contiene veintiocho historias cortas, cuyos personajes aman, así les cueste, así les duela porque los pueden dejar vacíos. Ellos buscarán la felicidad sin saber dónde, pero sabiendo que tienen un motivo.

Estrategia de lectura:

Disfruta leyéndolo porque lo que importa es su esencia, no sus coordenadas.

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domingo, 10 de marzo de 2019

Uno de mi calle me ha dicho (en clave I)




Es un libro de cuentos cortos o de veintiocho historias, cuyos personajes a lo largo de ciento noventa páginas, que alentados por el abatir de sus infortunios demuestran su ánimo, y que sin más diferencia que su carácter, son iguales a todos los seres humanos, así los engañe su propio juicio.


Estrategia de lectura:



¡Solo te queda disfrutar del libro leyéndolo!

sábado, 2 de marzo de 2019

Acción provocada



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De todas las mujeres prefiero las de cierta experiencia, no las experimentadas. Por eso me fijé en Flor Marina, no solo por su belleza, también por su inteligencia y por su madurez.

Fue su inteligencia, derivaba de la razón, la que me cautivó. En cierto modo, su inteligencia, sin quererlo, es la que opaca a todas las demás.

Flor Marina andaba entre cuarenta y tantos, aunque con facilidad se puede confundir con una de treinta si pasas por su lado en un lugar cualquiera de esta ciudad.

Ella luce siempre radiante, dispuesta a una sonrisa para suavizar tus duras facciones bajo el ardiente sol de una tarde de verano.

Cuando la saludo, siempre me contesta, y yo, me le aproximo con el pretexto de hablar sobre su moto eléctrica, pero Flor Marina se sabe sonrosar porque de motos solo sabe cómo conducirlas. Y yo aprovecho para preguntarle cuando me enseña.

Flor Marina me explica que es como montar en bicicleta, que lo esencial es mantener el equilibrio y frenar justo en el momento oportuno. Pero le advierto que para un desenfrenado como yo, no hay freno que sirva.

Reímos. Ella lo hizo con una intención que interpreté diferente a lo que su vivacidad le permitía. De todos modos, ella sabe que me gusta, y yo sé, que no le soy indiferente.

Flor Marina forma parte de mi vida cada vez que pasa por mi calle. Justo es el momento que me dispensa para distinguirla con un piropo, como razonable es para ella decirle a mi esposa que me estoy pasando de coqueto.©Guillermo A. Castillo.

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